Mujeres que se apoyan entre mujeres en el mundo de los hombres que no escuchaban a las mujeres.

En este artículo quiero hablar de lo más importante que he aprendido en una década de estudios feministas y de transformación personal y profesional. La importancia y lo imprescindible de las redes de mujeres y el apoyo mutuo entre nosotras. La sororidad entre las mujeres en el entorno laboral como principal arma.

Con esto no quiero negar que a veces nos encontramos con mujeres que no nos caen bien o en las que no nos apoyaríamos para nada, es una situación que sucede, que en un mundo machista una de las maneras que siempre han tenido personas del colectivo oprimido, ha sido aliarse con personas del colectivo opresor para conseguir ventajas. Sería demasiado estúpido pensar que las mujeres feministas creemos que todas las mujeres siempre nos caen bien, todas somos buenas y por ser mujeres nos tenemos que llevar fenomenal, pero soy muy consciente de la importancia de compartir el entorno y las inquietudes con otras mujeres.

Ahora creo que no es casualidad que en la carrera universitaria las mujeres soliéramos hacer grupo entre nosotras. Con Pepa (nombre ficticio) compartí muchas prácticas de muchas asignaturas. Era una crack. Hoy día soy profesora de electrónica pero en primero de carrera fue ella la que me hizo entender la corriente eléctrica haciendo una analogía entre electrones y gotas de agua para explicármelo. Diez años después de acabar juntas la carrera, hablaba con ella de que me estaba dando cuenta de cosas machistas en los entornos de investigación. Ella sorprendida me dijo: “Estefanía, ¿no te acuerdas de lo que nos pasó en las prácticas de cuarto? Había un circuito que no salía y nosotras nos dimos cuenta. Le dijimos al profesor que estaba mal planteado y nos dijo que nos confundíamos. Al rato, se lo dijimos a dos compañeros de clase y ellos se lo dijeron al profesor también. Entonces el profesor se puso a mirarlo y vio donde estaba el fallo. No fue hasta que se lo dijeron ellos, dos chicos.”

En aquel momento yo no recordaba eso y pensaba que no había vivido nada así en mis carnes, pero Pepa, de nuevo fue mi maestra, y me permitió revisar mi historia como estudiante en la universidad. Recordé al menos otra situación en la que yo hacía casi todo el trabajo del equipo, pero el profesor siempre miraba y preguntaba solo a mi compañero varón, que apenas hacía nada.

Qué decir de Jenni, a quien os presenté en este artículo. Ni ella ni yo teníamos apoyos mujeres en nuestro propio círculo de trabajo, pero ambas coincidíamos en historias y en situaciones como científicas. Nos reencontramos por casualidad en la calle dos veces en la misma semana después de una década en la que apenas nos habíamos visto. El segundo encuentro nos hizo hablar un poquito más y descubrir que ambas habíamos terminado la tesis doctoral en los meses anteriores. Decidimos tomar un café. Al ir contándonos la historia de las vivencias universitarias vimos que había algo que iba más allá: lo que contábamos era demasiado parecido para que fuera una coincidencia. Empezamos a leer cada una por nuestra cuenta sobre machismo en ciencia, y flipamos con lo que veíamos, era nuestra historia reescrita por cada una de las otras científicas que hacían divulgación feminista. 

Comenzamos haciendo un programa de radio, y acabamos organizando talleres, charlas, visitas a escuelas e incluso una charla TED. Pero, sobre todo, fuimos creando un grupo de amigas científicas y nos apoyamos contándonos las cosas que nos han ido pasando en nuestros trabajos y viendo si hay una relación con el género. Incluso ellas se han dado cuenta antes que yo de algunas situaciones sexistas que he vivido y ha sido gracias a ellas que he revisado y hablado de mis vivencias. 


Algunos de nuestros encuentros de amigas científicas han sido especialmente reveladores. En concreto yo recuerdo este día en algún momento de 2019.

Creo firmemente que las redes entre mujeres en nuestro propio entorno laboral es la mejor herramienta contra el machismo y desde luego ha sido la mejor herramienta que yo me he encontrado para aliviar los malestares machistas que he podido vivir en mi entorno laboral. Replico aquí las palabras que creé hace unos años para una conferencia sobre mujer y poder que también publiqué en esta revista: “A las mujeres os invito a ser cada vez más a ser lo que queramos ser y a desobedecer lo que nos apriete de unos mandatos de género que nos limitan. Porque ahí está la base de nuestro éxito. Nosotras somos buenas en trabajos técnicos, gestionando equipos y liderando empresas. La clave está en que tal y como valoramos el conocimiento y el trabajo hoy día, nosotras luchamos más que nuestros compañeros varones para llegar al mismo puesto. En el trabajo y en casa. Lo cual también significa que nosotras somos mejores que los varones que llegan al mismo puesto que nosotras. 

No necesitamos ser inteligentes, trabajadoras, excelentes, exitosas, familiares, cuidadoras, buenas amantes, guapas, siempre de buen humor y un largo etcétera. Muchas de nosotras queremos dejar de tener que ser todo eso junto como única opción de poder estar en la cumbre. Nos agooooota. 

Ya conocemos el techo de cristal, el suelo pegajoso, el síndrome de la impostora y el efecto Matilda. Ya sabemos que podemos hacer ciencia, tecnología y emprendimiento sin necesidad de adoptar modelos masculinos (o pareciéndonos si queremos también). Y tejamos redes entre nosotras. Encontremos lo que nos hace sentir bien en los grupos de mujeres, también en los de sólo mujeres. Tejer así redes de confianza, honestidad y respeto es la gran revolución, redes interdisciplinares que cuestionan modelos excesivamente autoritarios y poder importar esas maneras a nuestros entornos masculinizados para que los hombres también aprendáis a trabajar desde ahí. Para juntas, juntes, juntos invitarnos a pensar, a cuestionarnos, a reconstruirnos y, al final, a aportar lo mejor que cada quien tenemos.”

Seamos todas valientes IMPOSTORAS. 


Artículo financiado por el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha 2022.




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