Conamuri, las guardianas de las semillas

  

 

La Coordinadora Nacional de Organizaciones de mujeres rurales e indígenas del Paraguay nace en 1999 con el objetivo de aglutinar fuerzas por la defensa de sus derechos así como de articular la búsqueda activa y participativa de alternativas a la pobreza, la discriminación y la exclusión a que se ven sometidas por razones de clase, etnia y género:

"un espacio de mujeres donde podamos tener participación y protagonismo real, desde el cual decidir y dialogar sobre las violencias que nos atraviesan históricamente como mujeres, más aún al ser campesinas e indígenas empobrecidas y tener que soportar el hambre, la falta de tierra, las diferentes formas de violencia, el analfabetismo, la mortalidad materna, la sobrecarga de trabajo”.

 

Imagen tomada de la web de La Vía Campesina

De entre sus muchos proyectos y acciones conjuntas con otros colectivos, como por ejemplo, el movimiento de Lxs sin tierra, o los familiares de las víctimas de la masacre de Curuguatí, voy a hablaros de Semilla Róga, voz guaraní que significa “Casa de la Semilla”. Este es un proyecto político y productivo que vienen desarrollando desde el 2008 en el marco de la “Campaña en defensa de las Semillas y la Soberanía Alimentaria”. Su objetivo principal es promover y llevar a cabo entre el campesinado estrategias colectivas de formación e información sobre el rescate y la conservación de semillas nativas y criollas, en un marco de producción agroecológica, libre del uso de agrotóxicos, como forma de plantar cara a las multinacionales del agronegocio apoyadas por el gobierno paraguayo, que fomenta el uso de transgénicos y permite el despojo con violencia de las tierras de las comunidades indígenas para ser destinadas al cultivo intensivo de soja, maíz y girasol.

"Paraguay es actualmente el cuarto productor de soja transgénica y el quinto exportador a nivel mundial. Cada paraguayx consume al menos 7,4 kilos de agrotóxicos al año. La invasión de cultivos transgénicos cubre todo el territorio nacional. Esto trae aparejada la concentración de la tierra y el aumento de la desigualdad, la criminalización de la lucha social, la expulsión masiva del campo a la ciudad o al extranjero, la extranjerización de la tierra, graves consecuencias ambientales y afectaciones en la salud humana, muchas veces con desenlaces fatales", exponen en su Los agrotóxicos matan, apoyándose en los datos del estudio Con la soja al cuello de 2021.

la descampesinización para la instalación del capital en el campo empieza con privar a las mujeres de la posibilidad de formarse y ser multiplicadoras de saberes y acciones, cercenarlas de derechos y cerrarles puertas para evitar que griten a una sola voz

"Esta situación afecta en mayor medida a las mujeres campesinas e indígenas, caracterizadas por la pobreza y la marginación. Muchas de ellas se ven forzadas a migrar y someterse a condiciones de vida degradantes en un territorio que no reconocen como propio. Los diferentes tipos de violencia que sufren las mujeres del campo se acentúan en lo estructural, que se manifiesta en la vulneración de sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Sus vidas están marcadas por el trabajo intenso, el cuidado de la casa y los hijos e hijas, el aporte invisibilizado en las fincas familiares y lo que esto significa en términos económicos, factores que las someten a condiciones de inferioridad y dependencia."

Su trabajo con las comunidades campesinas que habían sido inducidas a cultivar transgénicos consiste en informarlas de las consecuencias de estas prácticas agrícolas y ayudarlas con los medios necesarios para recuperar su soberanía alimentaria. En estos momentos cuentan con más de 26 huertas comunitarias para el autoconsumo enfocadas en técnicas agroecológicas, además de parcelas demostrativas en cuatro departamentos, y con un banco de semillas en Caaguazú, donde guardan y distribuyen de manera gratuita las semillas tradicionales recuperadas hasta el momento. 

En este vídeo documental, ellas mismas nos cuentan el proyecto y sus detalles:


 

 

Artículo financiado por el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha 2022.



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