La ciega de Manzanares


Si visitas Manzanares (Ciudad Real) y preguntas por “La ciega de Manzanares” posiblemente te indiquen hacia el antiguo conservatorio, este edificio es un Centro Cultural de propiedad del ayuntamiento, donde se desarrolla gran parte de la vida cultural y musical de la localidad. 
“La ciega de Manzanares” es en realidad María Francisca Díaz-Carralero Rodelgo (1818-1894), seguramente el personaje de Manzanares más conocido en el siglo XIX.  María Francisca nació en Manzanares, aunque sus padres procedían de Tembleque (Toledo). A los seis días de su nacimiento quedó ciega y así tuvo que vivir hasta su muerte. A los dos años se quedó huérfana de padre, y su madre se casó por en segundas nupcias con Juan Antonio Nieto Sandoval. A los diez años falleció también su madre, y María Francisca quedó a cargo de su hermana mayor y su padrastro. La familia de su padrastro no era precisamente pobre, y a pesar de esto, María Francisca tuvo que mendigar para poder sobrevivir. 

 

Frecuentaba las posadas y la estación de tren, donde invitaba a los viajeros a iniciar un verso y ella lo continuaba gracias a su gran habilidad para improvisar versos que ella misma componía. Se convirtió en una gran poeta que combinaba el latín con la poesía. Aprendió latín de manera autodidacta acompañada de las lecciones que escuchaba por la ventana, según el relato del también manzanareño Pedro José Carrascosa y Carrión, obispo de Ávila y de Zoara; la pequeña María Francisca se sentaba en la calle a escuchar las clases hasta que el profesor se percató y la invitó a clase. A pesar de ser una alumna aventajada fue expulsada de clase por las quejas recibidas por parte de los alumnos (todos de clase alta) por el aspecto de mendiga de la niña. 

El germen del latín ya estaba instalado en la pequeña y a pesar de no poder seguir con las lecciones consiguió hablar el latín con tanta fluidez que algunos autores la llegaron a considerar latinista. 

 

Con diecinueve años volvió a estudiar latín gracias a la ayuda que le proporcionó José María Melgarejo Salafranca, conde del Valle de San Juan, que le procuró pensión gratuita durante un año, después, dispuesta a hacer lo que fuera necesario para seguir con los estudios, pagaba sus clases con las limosnas que percibía. Según explicaba María Francisca: todos los días reservo de la limosna que me dan dos cuartos para dárselos a un muchacho del estudio para que me lea, y de este modo aprendo de memoria mis lecciones: además guardo todos los meses sin que lo sepa mi hermana para pagar a mi maestro una lección más que recibo todos los días, y lo restante se lo entrego a ella para que me vista y pague al director”.

 

La fama de María Francisca fue creciendo, fue conocida por toda España e invitada a diferentes actos y encuentros. En 1850 realizó un importante viaje y asistió al Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos donde aprendió a reconocer las letras con el tacto y dónde obtuvo excelentes notas. 


Su popularidad fue creciendo ya que era mencionada en numerosas ocasiones en la prensa de la época. El viajero Alejandro Dumas, el periodista y escritor Modesto Lafuente y el filósofo inglés Willian George dejaron constancia por escrito de haberla conocido. 

Ciega de Manzanares. Imagen recogida de aquí


En Madrid, la invitaron a varias veladas literarias frecuentadas por personajes notables del mundo de la política y la cultura. La invitación más relevante fue la de Mariano de Roca Togores y Carrasco, marqués de Molins, vizconde de Rocamora y ministro de Marina en 1850, que organizó en su casa un recital de poesías de María Francisca al cual acudieron figuras como el ministro de Hacienda Juan Bravo Murillo, el duque de Rivas, el poeta Juan Nicasio Gallego, el filósofo y político Juan Donoso Cortés, Antonio Gil y Zárate y el historiador José Amador de los Ríos entre otros. Estos ilustres personajes escribieron un memorial al señor de la Cruzada para que María Francisca recibiese una pensión, y así fue, aunque duró muy poco porque al año siguiente, la Comisaría General de la Cruzada fue disuelta. Del mismo modo, ese año permitió a María Francisca vivir desahogada. 

 

Durante su vida viajó por Granada, Córdoba y Sevilla, y sus viajes fueron seguidos por la prensa. A pesar de su fama, María Francisca volvió a Manzanares y solicitó poder pedir limosna en el interior de la estación ya que antes solo podría en los andenes. 

 

En 1871, la poetisa Carolina Coronado a la que había conocido en 1850, le invitó a pasar el otoño en su casa de campo con el objetivo de recoger composiciones de la poetisa y publicar un libro. Esta iniciativa no concluyó, e impidió nuevos ingresos.

 

En 1874, en Zaragoza, ganó un premio literario en un certamen de poesía. 

 

A pesar de sus reconocimientos, estuvo la mayor parte de su vida en Manzanares viviendo de la mendicidad hasta su muerte el 26 de julio de 1894 con 75 años.

No existe ningún documento que acredite que María Francisca estuviese en alguna casa de caridad, hospicio o casa para los pobres. 

 

Mostramos estos versos donde habla de su discapacidad visual: 

 

“Nací, y en el nacer quedéme ciega,

y lloré sin saber mi desventura:

Hoy sumida en recuerdos y amargura

sólo el llorar mi corazón sosiega.

Su luz, su resplandor el sol me niega;

nunca vi de la luna la hermosura,

ni admiré de la nieve la blancura,

ni vi este rostro que mi llanto riega.”

 


En la actualidad encontramos:

-Centro Cultural “Ciega de Manzanares”, espacio para la cultura en la localidad de Manzanares que además alberga el museo del conocido diseñador de moda “Manuel Piña”.

-Escultura “La Ciega”, ubicada a la espalda de la Plaza del Gran Teatro.

-El Ayuntamiento de Manzanares convoca cada año el Premio Nacional de Poesía “Ciega de Manzanares”, este año se ha celebrado las veintiuna ediciones.

-En 2019, el Ayuntamiento de Manzanares convocó el Concurso de Fotografía “Ciega de Manzanares”, mostrando fotografías con un enfoque positivo de la discapacidad.

-En su localidad, encontramos en el callejero una calle llamada: “Ciega de Manzanares”.

-Libro: La Ciega de Manzanares, “Una vida de una mujer extraordinaria”, escrito por Julián Granados García de Tomás.



Artículo financiado por el 


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