Criticas al síndrome de la impostora (el síndrome visto desde afuera, capítulo II)

“El síndrome de la impostora es la imposibilidad de interiorizar el propio éxito de manera natural, y tiene dos causas: una intrínseca, la falta de confianza en sí mismas, y otra extrínseca, un entorno percibido como hostil”, resume Neus Arqueés en su entrevista para LaVanguardia. 

Neus Arqués es la autora del libro Impostoras y estupendas, en él habla de tres criterios que están presentes para que el síndrome tenga lugar: "el convencimiento de que engañas a los demás, el miedo a que te descubran y la incapacidad de atribuirte el mérito de tus propios logros." Para superar estos handicaps una de las principales herramientas que Neus ofrece a sus lectoras, es hacerte visible y mejorar tu marca e imagen personal. En esto discrepo bastante con la autora. Ser visible debe ser opcional. Considero que no querer visibilizarte y optar por tomar puestos laborales de menor impacto interno es una opción tan digna como otras. 


Impostoras y estupendas, el libro de Neus Arqués



No todas hemos decidido coger el altavoz que tenemos para hacer visible la desigualdad existente a nuestro alrededor, para reclamar políticas y cambios que los vayan revirtiendo. Bastantes obligaciones tenemos como mujeres en esta sociedad como para, además, sumarle la obligación de visibilizarnos. Está bien hacerlo, y está bien no hacerlo. Está bien no hacerlo nunca, está bien hacerlo a veces, y desde luego agradezco a las que lo hacen o han hecho, ya que gracias a ellas vamos dando pequeños pasos hacia una utopía equitativa. Por ese motivo, a veces yo también cojo la responsabilidad de utilizar mi micrófono (ahora mi teclado) para dar altavoz a lo que en estos años he aprendido y he vivido como mujer que se dedica a la ciencia y la ingeniería. 


A pesar haber decidido comenzar así, no quiero que se entienda este artículo como una crítica al libro, puesto que en él he encontrado algunas herramientas muy poderosas que creo que pueden ser útiles para muchas de nosotras. 


Me gustaría poner el foco en la principal crítica que se le hace desde algunos entornos al Síndrome de la Impostora. Neus Arques recuerda en esta entrevista que "para superar el síndrome de la impostora, no deberíamos poner el foco solo en las personas que lo sufren, sino también en el contexto socioeconómico, que no es favorable. Deberíamos abordar cómo corregimos un entorno tan dispar en el que no hay una paridad real, por mucho que la legal ya la tengamos".


Creo que aquí es donde hay que poner realmente el foco. 

Después de varios artículos escritos para esta revista, con la idea de arrojar luz sobre el Síndrome de la impostora - cómo funciona por dentro, cómo se manifiesta a nuestro alrededor -  llega el momento de echar balones fuera y afirmar alto y claro que esto pasa porque hay un sistema que no apoya una igualación de derechos, obligaciones y oportunidades entre mujeres y hombres (mucho menos si eres mujer racializada) desde ahí, en este artículo nos invitan a dejar de decir a las mujeres que tienen síndrome de la impostora y pasar a ver qué papel juegan los entornos laborales en todo esto.


Imagen recogida de aquí


Que nos reconozcamos con el síndrome de la impostora tiene el peligro de poner el foco en nosotras como mujeres (o personas) en entornos laborales a los que no nos adaptamos, en lugar de poner el foco en cambiar los lugares en los que trabajamos y que fomentan únicamente un tipo de liderazgo. Los hombres también podrían sentirse incómodos en un entorno laboral exigente tanto en términos de inteligencia como de gestión de tiempo, tareas y personal. La diferencia es que desde el inicio a ellos se les dice que lo pueden hacer, y lo que es más importante, la mayoría de ellos nunca habrán recibido un “¿seguro que puedes con esto?“ o un “yo creo que eso no es para ti”. Por el contrario, las mujeres, las personas racializadas, y otras personas no BBVA (blanco burgués varón adulto) hemos absorbido durante toda nuestra vida este tipo de comentarios desalentadores. 


A esto puedes sumarle la falta de referentes y la falta de entornos diversos. Muchas de las mujeres que estamos hoy día en profesiones masculinizadas crecimos sin referentes. Seguimos siendo minoría en los entornos de trabajo, pero somos la mayoría de las personas que abandonan y que son cuestionadas en el entorno laboral. A menudo somos la única mujer en el equipo. Muy pocas veces he trabajado con personas racializadas y nunca he trabajado con mujeres racializadas. Parece que el entorno nos dijera explícitamente cada día "este no es tu lugar", "no perteneces al tipo de persona que abunda en este lugar", de nuevo el BBVA. 


Juega un papel importante a la hora de concebirnos como parte de todo, las largas jornadas laborales que dificultan una vida afuera del trabajo. Las mujeres desde pequeñas han sido educadas para socializar, cuidar la casa, tener una familia, etc. Incluso aunque decidamos no cuidar estos otros aspectos de una vida, se asume que debemos y encontramos comentarios frecuentes acerca de cómo lo vamos a hacer. Igualmente podemos conocer a mujeres en entornos masculinizados que hacen un verdadero tetris para conciliar, cosa que sus parejas hombres no realizan o no al mismo nivel, casi siempre a costa de contratar (legal o verbalmente) parte de esos cuidados a otras mujeres que han tenido menores oportunidades parte de esos cuidados como la limpieza o tareas de cuidado de peques y/o personas mayores enfermas.


Tenía yo 17 años, me faltaban dos meses para comenzar Ingeniería de Telecomunicaciones en la universidad, cuando un paisano del pueblo en el que trabajaba me dijo: “¿Quieres hacer teleco? ¿No crees que eso es de chicos? Mejor haz medicina… ¡o enfermería!” Tampoco se despeinó ni se interesó por conocer mis habilidades científicas o mis notas de bachillerato. Esto es algo que a un chaval, cuya nota media sea de 5, es poco probable que le pase. 

Para entonces no conocía ninguna ingeniera. No había Google en nuestras casas ni móviles 3G. Recuerdo el alivio que sentí al conocer a Becky, amiga de amiga mía, que estaba en aquel momento estudiando Teleco. Recuerdo preguntarle y decía que había otras chicas en clase. Con 17 años yo pensaba que entonces quizá había alguna oportunidad de que yo también pudiera. No fue hasta 5 años después, al haber aprobado Microondas, que era la asignatura más difícil de la carrera según los rumores, que realmente pensé: “Creo que es bastante probable que termine la carrera”. El día que presenté la tesis una profesora titular me dijo: “Estefanía, créeme que es mejor que no amplíen los permisos de paternidad, porque ellos no lo van a hacer igualmente, te va a tocar a ti”. Desde luego no comparto la idea de no igualar los permisos parentales, pero por desgracia sí creo que, en la mayoría de los casos, ella tiene razón. 


Imagen recogida de aquí


Volviendo al artículo de Harvard BusinessReview, quizá con toda esta evidencia debemos dejar de pensar que es un problema de mujeres (o de personas no BBVA) y pasar a ver que el propio sistema alimenta un tipo único de liderazgo y de éxito. El resto se cuestionan, se marginalizan y, a menudo, acaban siendo invisibilizados o descartados. Sólo así podremos dejar de buscar soluciones individuales en las mujeres que terminan con ellas agotadas ante la evidencia de que, como mucho, sirven para un parche. Seguiremos teniendo la llamada leaking pipe en investigación y ciencia mientras no veamos que las causas del mal llamado “síndrome” tienen poco de síndrome y mucho de cáncer social, y las soluciones solo pueden llegar movilizando al sistema entero contra los sesgos, contra todos ellos. “Porque los sesgos y la exclusión son, en realidad, los únicos que realmente alimentan los sentimientos de duda” 


"Para superar el síndrome de la impostora no hay que arreglar a las personas que lo sufren individualmente, sino que es necesario crear un entorno que fomente la diversidad en los estilos de liderazgo y en el que las diversas identidades raciales, étnicas, y de género se consideren tan profesionales como el actual modelo, descrito por la investigadora Tina Opie como “eurocéntrico, masculino y heteronormativo"


Yo añadiría a esta tanda de adjetivos de Tina Opie, el de liderazgo arrogante, pero eso lo dejo para otro artículo.


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Artículo financiado por el 

Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha 2022.




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