Las cantareras de la Mota del Cuervo

Cantareras de Mota del Cuervo en 1963. Autor desconocido. Colección privada.

La Mota del Cuervo es un pueblo de La Mancha conquense que hoy es conocido, entre otras cosas, por la Ruta del Quijote y sus molinos de viento. Y tal vez menos por la actividad alfarera que, aunque en la actualidad es muy escasa, ha sido un pilar de la economía de muchas familias a lo largo de su historia. 

Esta actividad tradicional se remonta siglos atrás (aparece documentada ya en 1478 en los Libros de visitas de la Orden de Santiago, en los que se alude al "diezmo de teja e cántaros" fabricados en el pueblo que la Orden cobraba por el alquiler de sus rentas), pero no sabemos cuánto más durará: la alfarería moteña está en peligro de extinción, después de que la segunda mitad del s. XX le pasara por encima como una plaga. 

En 1960, de 5.323 habitantes, 128 estaban censados como cantareras. En 1965, de 5.042, 24. En 1970, se pasa a 5.230 habitantes y 8 cantareras censadas. En 1984,  6 de 5.696. A finales de los 80, quedaban únicamente cuatro: Ascensión Contreras Cañego, Ascensión Contreras García, Dolores Cruz Contreras y Juliana Calero Higueras.

¿Qué pasó en la década de los 60 para que el censo de cantareras se redujera drásticamente en 120 personas sin que se notara un descenso significativo en el total de población? ¿Fueron ellas todas las que emigraron? ¿Algunas marcharon y otras cerraron los talleres y tuvieron que "reinventarse" y dedicarse a otras actividades económicas? ¿Qué fue lo que provocó que se dejara en masa este oficio? ¿Tal vez la irrupción del plástico y otros materiales acabó con las ventas?

En cuanto a los hornos, se ha pasado de tener seis hornos en los años 60, a dos: uno medieval tradicional que fue comprado por el Ayuntamiento como patrimonio cultural y recientemente se ha abierto para su uso comunal, y otro más moderno en el taller alfarero de la familia López Sandoval. 

Antiguo horno en la Plaza de la Cruz Verde en Las Cantarerías
 
 
La Virgen de Manjavacas
tiene una ermita en la vega;
la del Valle en un barrero,
por eso es cantarera.
                                                  (jota local)

 

Las familias cantareras vivieron durante muchos años concentradas en un barrio diferenciado del pueblo, "La cantarería", que se especula podría tener origen árabe y en el que, efectivamente, vivieron moriscos, según se constata en varios procesos inquisitoriales del s.XVI. Aunque no se ha podido determinar si los primeros alfarerxs de la Mota fueron árabes, lo que sí es claro es que el trazado urbanístico del barrio es típicamente árabe, como también lo son la morfología de las vasijas y los procesos empleados para crearlas, excepto el torno, que parece tener origen celta. 

En este barrio, donde tienen sus propias fiestas patronales, también estaban los hornos donde se cocían alcabuces, lebrillos, búcaros, anafres, tinajas pequeñas y grandes, cántaros, y otros cacharros de uso cotidiano en el medio rural, cuya característica principal es su estilo rústico y austero pues no se utilizan esmaltes ni colorantes.

Horno cargado visto desde la "boquilla". Foto de Evelio López Cruz.

Si bien todos los miembros de la familia participaban en la actividad, el oficio del barro tenía tradicionalmente en la Mota del Cuervo una marcada división sexual del trabajo: 

Los hombres sacaban el barro de los barreros y lo transportaban a casa, se encargaban de la barda (carrizo y otras plantas herbáceas que recogían en las vegas o las riberas del río como combustible para el horno), cocían las vasijas e iban a venderlas por los pueblos en un carro. Solían salir varios carros juntos, con los cacharros protegidos entre la barda y volver al cabo de unos diez días. 


Ilustración tomada del libro Alfarería popular en Mota del Cuervo

Las mujeres eran las encargadas de hacer el trabajo artesanal, las que modelaban el barro en el torno, sentadas o agachadas en las cocinas de sus casas en invierno, o en el porche o el portal en verano. Las alfareras de Mota no tenían alfar, su trabajo pertenecía de alguna manera al espacio doméstico, en la cocina podían cocinar, cuidar a lxs niñxs, trabajar el barro... Pero más allá de dar la forma final del cacharro, se ocupaban de todo un proceso de preparación de la materia prima en el que se ocupaban de secarlo al sol, amontonarlo, machacarlo con un martillo de hierro, ponerlo en remojo, pisarlo en el suelo hasta tres veces (con la inestimable ayuda de lxs niñxs), limpiarlo de piedras e impurezas (esgorullar), hacer los rollos... y después, llevarlos al horno y desenhornar. En los buenos tiempos, las cantareras cocían cada día y juntaban sus piezas para aprovechar una horná. Posteriormente, cada cual esperaba a tener suficiente material para hacer la suya propia. Con esto también cambiaron las formas de pago al hornero, que pasaron de ser en especie a en metálico.

 

Trabajando con el rodillo en la cocina
 

Que el modelado de las piezas sea una tarea exclusivamente femenina que se transmite de madres a hijas es bastante inusual si lo comparamos con lo que ocurre en otros territorios del Estado. Me pregunto cómo fue que esta situación terminara así, si siempre fueron mujeres las que lo hicieron o no y en qué momento y por qué razón al final acabó esta tarea en sus manos... porque he encontrado un documento del año 1782 en que se hace una relación de familias de maestros y oficiales alfareros y todas ellas vienen encabezadas por el varón que es al que también se le asigna el título de maestro u oficial. ¿Qué historia habrá detrás de esto?

Pero el hecho que tenemos que admitir ahora también es que el que una generación de mujeres decidiera romper con este linaje y renunciar a este oficio, ha provocado en consecuencia que esta tradición se esté perdiendo, que ya casi no queden artesanas. 

Hace unos meses, salía en los medios de comunicación la moteña Claudia Moreno en un reportaje cuyo titular era "La última cantarera de Mota del Cuervo". En él podemos ver el maravilloso trabajo de Claudia quien, a pesar de sus 72 años, sigue activa con su taller de alfarería. Sin embargo, esto no es totalmente cierto, es más impactante como titular, sí, pero no es exacto: Claudia no es la única cantarera de Mota, hay alguna más... Prometo que os hablaré pronto de ellas porque es una historia muy pero que muy interesante... 

Mientras, os dejo este vídeo donde se explican muchas cosas reseñables de la alfarería moteña y su historia, documentadas a través de imágenes y fotografías que conforman la memoria histórica más reciente del pueblo.

 

 

 Fuentes:

VV.AA. (1990): Alfarería popular en Mota del Cuervo. Publicaciones de la Diputación Provincial de Cuenca. Serie DIVULGACIÓN CULTURAL, nº 2 

De este libro se han sacado también las fotos del artículo que no tienen mención de autor. Todas las fotografías del libro son obra de Isidoro Espinosa y Rafael Valera, miembros del grupo de investigación. Llama la atención que, de doce profesorxs que conforman dicho grupo, únicamente tres eran varones. Y que de esos tres, dos fueron los encargados de hacer las fotografías. ¿Qué pensáis: que ellas no tenían cámara o no tenían interés por los aparatos tecnológicos o sí pero "se lo pidieron" ellos ese rol?

FARB HERNÁNDEZ, Jo (2005): Forms of tradition in Contemporary Spain, University Press of Mississippi. 

LILLO ALARCÓN, Enrique: "Las cantarerías de la Mota"




Comentarios

  1. Un post muy interesante. Muchos de estos trabajos se siguen practicando hoy en día y son reconocidos, sus trabajadores, por sus vestimentas a la hora de emprenderlo. Antiguamente, cada oficio era más reconocido por existir un tipo de vestimenta propio de estos.

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  2. Hola: las fotografías a que se hace mención son de Isidoro Espinosa y Julián Valero. Lo del rol de fotógrafo lo ejo a la imaginación de los lectores. Fdo.: Isidoro Espinosa Martínez.

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    1. Hola, Isidoro: sinceramente, creo que la aclaración de la autoría de esas fotografías no es necesaria, ya que el texto dice expresamente "De este libro se han sacado también las fotos del artículo que no tienen mención de autor [se sobreentiende: las que aparecen en este artículo sin mención de autor, porque la mención se hace justo a continuación]. Todas las fotografías del libro son obra de Isidoro Espinosa y Rafael Valera, miembros del grupo de investigación". Sobre tu comentario acerca del rol, solo puedo decirte que no soy capaz de descifrarlo. No obstante, en esta revista, fundamentalmente, lo dejarás "a la imaginación de LAS LECTORAS", ya que la mayoría de nuestro público son mujeres. Como mucho, "a la imaginación de LXS LECTORXS", porque aquí utilizamos un lenguaje inclusivo. No hay que tener mucha imaginación para poder ver y entender el sexismo en el lenguaje. Un saludo. Firmado: la autorA

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