Introducción histórica: el tiempo es cíclico.
El imperio de lo femenino: el tiempo de la Diosa.
A modo de ejemplo, os dejo uno de los más conocidos capítulos de la mitología clásica analizado desde esta óptica. En el relato mitológico, Hércules, pudo ser digno del Olimpo tras pasar victorioso 12 “trabajillos”. Las 12 pruebas que Hércules tuvo que pasar para ser considerado un dios, hablan de forma metafórica pero contundente, del proceso de masculinización del imaginario colectivo a base de decapitaciones, robos, calumnias y sangre derramada. Al menos 7 de esas 12 pruebas, hablan de la usurpación violenta del poder femenino. Entre otras hazañas, el “héroe”, tuvo que robar la fruta sagrada del jardín de las Hespérides, para entregarla a Euristéo, el rey de Argólida. Es decir, robar la esencia del poder natural y divino de lo femenino para ponerlo a los pies de un poder masculino creado por los hombres en pos de la civilización de la vida humana. Pongo este ejemplo por ser muy evidente. Las Hespérides, conocidas también como las Tres Gracias, son las diosas del encanto, la belleza y lo natural. Las tres vivían en armonía en el bosque hermanadas por su danza desnuda y perfecta con la naturaleza toda.
Me parece fascinante esta representación de Pieter Coecke van Aelst de 1533, donde la fruta dorada de las Hespérides ya está en la mano del poder masculino. El hombre barbudo empuña un báculo de poder con la mano derecha, mientras que con la izquierda sostiene la fruta robada a las tres diosas. Como toda acción entraña sus riesgos, sobre todo si se hace con malas artes, un compañero guerrero cae muerto a los pies del poder masculino y de las diosas... daños colaterales...
El telón de fondo de la obra es la
Madre Naturaleza, que en su parte derecha ya está tomada por lo masculino y la
derecha aún sigue salvaje aunque contaminada de signos de masculinización. Ellas
aun desnudas viendo su reino natural invadido por señores con raros vestidos,
caballos que en vez de galopar van vestidos de forma parecida a esos señores.
Símbolos bélicos han colonizado la izquierda (el casco y la espada están en
campo femenino, es la guerra de los sexos pero ellas aún no lo saben.
Un monumento erigido en segundo plano que distorsiona, aún mas, la estampa natural. En el, tras varias peanas enormes, posa triunfante una imagen masculina con un estandarte en forma de cruz cristiana, quedando muy por encima de las cabezas de cada una de las diosas naturales. Gracias van Aelst por el bizarrismo anacrónico que hace que pueda leer esta pintura con más humor que enfado.
Imposición de un dios único y masculino: grandes imperios y violencia religiosa.
En el proceso civilizatorio, se pasa de las grandes ciudades estados a los grandes imperios. Subidos al carro de la violencia normalizada en la época anterior, las ansias de poder dan lugar a las guerras de colonización donde a golpe de espada se anexan pueblos y más pueblos a un poder central. Así los imperios tuvieron cada vez más extensión y población. Este es el caldo de cultivo donde se planta la semilla de un Dios único y verdadero, todopoderoso (masculino por supuesto), creador de todo, castigador y vengativo, que gobernaba a los humanos y a la propia naturaleza. Un dios a imagen y semejanza de las necesidades del poder (eclesiástico y civil) y no al revés, como nos han vendido.
La gran tarea de las religiones monoteístas ha sido siempre erradicar cualquier voz que no encajase en sus consignas de lo sagrado. Ha luchado en nombre de Dios por anular todo el imaginario colectivo pagano anterior, donde cada ser humano se vinculaba con la divinidad a través de la naturaleza propia y colindante según unas normas amables e integradoras. La magia, las creencias paganas y los saberes que los poderes eclesiásticos no avalaban como verdaderos, se han perseguido públicamente para erradicar a los disidentes de su dogma y sembrar el miedo en quienes se atreviesen a vivir de una forma diferente a la dictada por ellos. Para las religiones monoteistas el indómito poder femenino, vinculado a la naturaleza misma, debía ser perseguido. El proceso conocido como lacaza de brujas es la parte más llamativa y sangrante de una persecución inquebrantable de la libertad femenina y su vinculación con los poderes de la vida toda. Todos estos siglos de anulación de los dones y las libertades de lo femenino esconden una sola verdad: el miedo del poder hegemónico a no poder controlar a las mujeres sin miedo.
Si quieres saber más sobre la historia de las brujas, te recomiendo ver este riguroso documental de los años 80 donde la filósofa Victoria Sendón de León, deja ver su brillantez y su capacidad de ver donde la academia se mostraba incapaz o censurante.
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Inciso 1. Cuento
todo esto porque me parece importante enmarcar lo que os vengo a contar y dejar
ver que el imaginario colectivo ha ido cambiando con el paso del tiempo. Creo
que iluminar el camino que nos trae hasta aquí nos da perspectiva, capacidad de
análisis sin implicación emocional, una visión más amplia de cómo se han ido
dibujando las reglas del juego y cómo hemos llegado a creer que no existe otra
verdad que la que nos han vendido como única.
Inciso 2. Antes de seguir me gustaría también hacer una aclaración: para mi no hay un sexo-género bueno y otro malo - las categorías bueno-malo dejaron de tener sentido hace muchos años en mi entendimiento de la vida – pero es muy difícil explicar algo tan complejo sin simplificar y con la simplificación siempre se corre el riesgo de poder parecer injusta. Para insuflar perspectiva también a este tema diré que todo esto que he contado en unos pocos párrafos, forma parte de un baile orgánico en el que intuyo que las mujeres irían cediendo su libertad para tener la fiesta en paz, pensando que sería cuestión de tiempo que las aguas volviesen a su cauce, y así fue pasando generación tras generación hasta que un día algunas nos dimos cuenta de que el vestido que ha hecho para nosotras la sociedad nos queda pequeño.
Inciso 3. Estos dos incisos anteriores hacen que mi ego, educado en el peso de la razón, se sienta más seguro para contar todo lo que viene a continuación. Ahora sí, os voy a hablar de LA HERIDA DE LA BRUJA y cómo esta lealtad invisible nos mutila (a hombres y a mujeres, pero sobre todo a las mujeres) a la hora de tomar decisiones que estén alineadas con nuestras almas y nuestros propósitos vitales.
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¿Qué es la herida de la bruja?
Cuando
hablamos de la herida de la bruja, estamos hablando de un miedo que hemos
heredado de nuestras antepasadas tras siglos y siglos de persecución de todo
poder femenino. Es un mecanismo de defensa subconsciente heredado en el que -
todas las mujeres del clan, o tu propia alma en vidas pasadas – te envía
sistemáticamente el mensaje de precaución ante la exposición pública. En la
historia más reciente de la humanidad (últimos 2.000 o 3.000 años de historia)
cualquier don femenino corría el riesgo de ser mal interpretado por la mirada ajena,
suponiendo esto para ellas el aislamiento, la expulsión de la comunidad, la
pobreza, la calumnia – y en los casos más graves, pero no tan escasos como para
ser anecdóticos - el encarcelamiento, la tortura y la muerte. Todas,
absolutamente todas nosotras, hemos sido educadas por mujeres que también se
han dolido de esta herida. Por eso cada mujer de hoy tiene grabado en el
inconsciente la consigna de no hacer nada que sea demasiado llamativo. Todas,
absolutamente todas, vivimos con la precaución de no hacer nada que pueda
llevarnos a ser tildadas de PUTAS, LOCAS o FEAS, siendo estas tres categorías
englobadas en el genérico que algún día fue la palabra BRUJA.
La
herida de la bruja, es el nombre con el que estamos intentando poner
consciencia a una tendencia femenina a invisibilizar nuestros dones, nuestras
intuiciones y negar nuestros propósitos. Silenciamos nuestras verdades,
nuestras pasiones y sobre todo nuestras capacidades físicas y metafísicas.
Nos negamos a nosotras mismas en lo físico con maquillajes, peinados y ropas que nos ocultan. Traicionamos nuestra trayectoria vital ocultando los signos de nuestro envejecimiento, nuestras arrugas de expresión, nuestra ciclicidad menstrual, nuestros kilos de más o de menos.
Tendemos
a no exponernos, a no compartir nuestra creatividad, nuestros sueños, nuestros pensamientos
y sentires íntimos, mutilando nuestras capacidades de expansión en un mundo que
nos empequeñece y no nos tiene en cuenta. Reprimimos la expresión de nuestra
sexualidad, no nos atrevemos a canalizar nuestros dones para la sanación,
ponemos trabas a la expresión de nuestra alma y al amor incondicional. Acallando nuestra voz, nuestras capacidades y nuestra
singularidad personal, nos asfixiamos poco a poco a nosotras mismas,
arrinconando las potencialidades más necesarias para que este loco mundo cambie
de rumbo y pueda ser un poco más amable para la vida que lo habita.
Así,
esta herida de la bruja nos hace callar nuestra intuición, obviar nuestros propósitos
y entregarnos a la normalización castradora de este mundo materialista y hostil
hasta que, con un poco de suerte - aunque en los momentos de dolor no podamos
verlo así - esta forma de vivir se nos
haga tan insoportable que no nos queda otra salida que empujar desde dentro y
romper la crisálida en la que hemos estado atrapadas para encajar.
Liberada vía Flickr Commons por la British Library; tomada de Wikipedia |
¿Qué hay detrás de la ruptura con esta
herida?
Pues
sobre todo está tu Ser mas genuino. La posibilidad de vivir más de acuerdo con
quien eres en esencia, tras todas las capas de cultura y sociedad que te
constriñen. Andando hacia ti misma,
rompiendo con esta herencia de miedo, nuestra mente abstracta se abre a un
entendimiento más profundo y sin juicio de la vida en todas sus formas y
facetas. La caída de tus propios juicios
limitantes, hace que caigan también los juicios para con otras personas que han
abandonado ya la trampa de vivir ajustándose a la estrechez de la “normalidad” y
con ello se abre todo un mundo de posibilidades y apoyo para seguir tu propio
camino de autoconocimiento y libertad.
Al
romper con las limitaciones de la herida de la bruja, vibrarás en otra
frecuencia y allí te encontrarás con el amor incondicional a la
diversidad - no a través de la normalización, si no de la vida en movimiento y
ciclicidad - . Esta es una característica inseparable del femenino
trascendental, de esa diosa Madre de la antigüedad que acogía toda forma de
vida en su seno y que para mí es la representación del Paraíso terrenal del que
las religiones monoteístas nos hicieron creer que habíamos sido expulsados,
pero que sigue ahí, esperando a que se nos caigan las vendas y que lo
descubramos de nuevo en nosotras mismas y en el mundo que nos rodea.
Somos la generación de mujeres mejor preparada de la historia de la humanidad, hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano para encajar en este mundo masculino y deshumanizado. A pesar de nuestras trayectorias brillantes y de nuestros logros materiales, no nos sentimos felices ni armonizadas con la vida, al contrario, nos vemos observando estupefactas, desesperadas y confundidas una realidad que no entendemos desde nuestro ser femenino contrariado. Una realidad donde nos relacionamos sin brillo, una realidad sin dulzura y sin amor, una realidad deshumanizada y estricta que nos envilece o nos entristece.
Curar en nosotras la herida de la bruja implica salir de ahí y
brillar con tu propia luz, descubrir tu esencia, relacionarte desde un lugar
distinto con otras mujeres, fortalecer tus vínculos haciéndolos mas puros,
profundos y amables. Al otro lado de la herida nos amamos y amamos, somos y dejamos ser. Comprendemos el Todo de
una forma esférica y nos sentimos una parte singular e irremplazable del puzle,
una parte que desde la humildad se pone al servicio del otro para generar un
mundo mejor y mas justo para toda forma de vida y además lo hacemos desde el
disfrute y la alegría.
Cuando rompemos con la herida de
la bruja, somos conscientes de que el amor propio se hace expansivo y
entendemos que éste es el impulso primario de la propia vida para crearse y
recrearse a si misma. Somos conscientes de que el amor es el germen necesario
para que el equilibrio y la armonía vuelvan a colonizar la vida. Entendemos que
desde el amor no importa perder el control porque no se siente afilada la
amenaza, los miedos pierden oscuridad y el otro es un aliado o un ente neutro,
pero nunca un enemigo.
La mujer ha sido siempre
atrevida, capaz de conectarse emocionalmente y proyectar. La mujer es creadora
de nuevas realidades que ponen en el centro los valores altruistas que no
interesan a los poderes mercantilistas que hoy dirigen el mundo, porque toda
mujer que se siente bien consigo misma - por tener en ella la capacidad de ser
dos en uno, de generar una nueva vida
dentro de sí – piensa, siente y actúa de una manera generosa.
En resumen, trasmutar la herida de la bruja, va de:
- Reconocer nuestro miedo a romper con la normalización del espíritu, dejar de reprimirnos y reconocer nuestra verdad y nuestros dones.
- Salir del aislamiento y la individualidad impuesta. Reconocernos entre nosotras, darle alas a nuestra libertad y ayudarnos a confiar en nuestras intuiciones y nuestros sueños.
- Confiar en nuestra verdad personal, en los mandatos de nuestra alma que pide libertad para ser ella misma.
- Relacionarnos y confiar en otras mujeres que buscan su camino a la libertad personal, emocional y espiritual.
- Poder llenarse de nuevo del poder del divino femenino, del amor por la vida y el placer de relacionarnos en libertad.
- Poder identificarse de nuevo con la naturaleza y vibrar en el amor las redes cuánticas mutualistas que en ella se tejen continuamente.
- Aprovechar la hiperconexión que nos da la tecnología para generar encuentros y romper los limites del tiempo espacio.
- Permitirnos ser salvajes, artistas, sexuales, sensuales, sanadoras, lesbianas...
- Dejar atrás los juicios propios y ajenos. Los juicios nos bloquean en la inacción, desatan los miedos y las heridas, lo mismo si lo hacemos a otras que a nosotras mismas. Nada es una locura, estar viva es una maravillosa aventura digna de ser percibida con una mirada amorosa, creativa y sin corsés.
Imagen del Festival Internacional de Mujeres Creadoras. Imagen recogida de aquí |
Nos sentimos culpables y egoístas
si decidimos vivir priorizando nuestros deseos (sobre todo si estos deseos no
son entendidos en nuestro seno familiar). Nuestro inconsciente sabe que debemos
nuestra existencia a la renuncia de todo un continuum materno que nos conecta de forma ascendente con el comienzo
de los tiempos. Gracias a todas “abuelas”, os trasmito todo mi amor. Gracias de
corazón por todas las privaciones que han hecho posible que hoy, todas nosotras
estemos aquí, gracias por traer hasta aquí a tantas mujeres libres en potencia,
gracias por haber preparado con tanto mimo el terreno para que germinemos y cumplamos
con el plan divino del ascenso de los valores femeninos. En este tiempo y en
este lugar ya no es necesario vivir en la renuncia, ha llegado ese tiempo de
expansión, de volver a recuperar nuestro espacio esencial para liberar a todas
las que vengan tras nosotras.
El amor es el más sanador de los sentimientos humanos. Solo entendiendo los porqués podemos llegar a amar aquello que nos duele y limita. Esa es la razón de ser de este post, exponer las razones que nos han traído hasta aquí para poder abrazar y amar la renuncia de nuestras antepasadas, amar la educación proteccionista y limitadora que nos han dado nuestras madres y abuelas – seguramente tan limitante y protectora como la que ellas recibieron de las suyas - y amar nuestra propia herida. Descubrirla en nosotras, desarticularla y crear una red de amor y apoyo donde las que deseamos abrazar nuestra singularidad podamos hacerlo. Sentirnos libres, valiosas y arropadas para poder abrir el camino de eso mismo, a todas las niñas de generaciones futuras, de manera que los valores femeninos necesarios para equilibrar el mundo, se expandan en el continuum materno de madres a hijas hasta el fin de los tiempos.
Fuentes y recursos
- Mujeres que corren con lobos, de Clarissa Pinkola Estés. Especialmente el capítulo 3, aunque toda la obra tiene resonancias con esta herida y el caminar en la vida de toda mujer para ayudar a encontrarse consigo misma. Dejo una cita: “Al igual que la palabra salvaje, la palabra bruja posee un matiz peyorativo, pero hace tiempo era un calificativo que se aplicaba a sanadoras tanto jóvenes como viejas en la época en la que la imagen religiosa monoteísta aún no se había impuesto a las antiguas culturas panteístas que entendían la Divinidad a través de las múltiples imágenes religiosas del universo y todos sus fenómenos. Pero, aun así, la bruja, la naturaleza salvaje y cualquier otra criatura u otro aspecto integral que la cultura considera desagradables son en la pisque de las mujeres unos elementos muy positivos que a menudo éstas necesitan recuperar y sacar a la superficie”
- Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Silvia Federici.
- La España herética: LAS BRUJAS. Documental RTVE, Disponible en libre acceso a través de youtube https://www.youtube.com/watch?v=Ef9IsbKGqJ8
- El mito de la Diosa: evolución de una imagen. Jules Cashford y Anne Baring.
- Viaje a Avalon: la peregrinación de una mujer en la mitad de la vida. Jean Shidona Bolen. Dejo extracto "Necesitamos palabras para describir los misterios femeninos que, como todo lo que es de las mujeres, parece que deben transmitirse de mujer a mujer. Todas actuamos como comadronas para que las demás puedan dar a luz a su consciencia [...] En algún lugar de nuestro interior, recordamos la época de la hoguera, cuando se perseguía y se quemaba vivas a las mujeres acusándolas de brujas. Esta práctica se llevó a cabo a lo largo de trescientos años durante la época de la Inquisición. En lo que se ha llamado posteriormente "el holocausto femenino", se quemó a más mujeres en la hoguera de las que fueron asesinadas por los nazis en los hornos de gas durante el holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Se persiguió a las comadronas por aliviar los dolores del parto (lo cual iba en contra del mandato de la Biblia según la cual las mujeres debían sufrir), las sanadoras que conocían las propiedades medicinales de las plantas, mujeres que celebraban la llegada de las estaciones, mujeres excéntricas, mujeres cuyas posesiones alguien codiciaba, mujeres que decían lo que pensaban, mujeres inteligentes, mujeres sin protección. Esta memoria colectiva tiene el mismo efecto que un trauma personal no superado. Cuando las mujeres descubrimos nuestras propias experiencias sagradas y hallamos palabras para expresarlas, la ansiedad se apodera de nosotras. Necesitamos ser valientes para dar a luz a lo que sabemos. En algún lugar de nuestra alma las mujeres recordamos una época en que los humanos nos referíamos a la divinidad con los términos de Diosa y Madre"
- La creación del patriarcado. Gerda Lerner.
- Sapiens, de animales a dioses: una breve historia de la humanidad. Yuval Noah Harari
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