Más lobas, Caperucita.

Los cuentos que nos contaron, no nos coeducaron.

...Y vivieron felices, y comieron perdices… y tuvieron un reinado duradero en el que ella siguió sin tener opiniones, independencia, ni aspiraciones más allá de suspirar por su adorado Eric, o Felipe, o Príncipe Encantador, o Azul, o como se llamara el que tocara en ese cuento....

Que levante la mano la lectora que no tenga grabados en mente y retina todos esos finales “felices” y quien no tararee esas melodías aunque lleve más de 20 años sin ver la película. Cuentos y adaptaciones a la pantalla que leímos y vimos en bucle sin cuestionarnos, o mejor dicho, sin que nadie nos cuestionara, si ese final no era tan feliz o si esas princesas detestaban las perdices.

Pues menos mal que un día empezamos a cuestionarnos: ¿Y si, en vez de decirle a Caperucita que no fuera sola por el bosque, le hubiéramos dicho al lobo que la dejara en paz? ¿Y si no hubiéramos aprendido que a la Bella Durmiente solo la despertaría el beso de un tío que ni siquiera conocía? ¿Y si Cenicienta hubiera sido independiente en lugar de una sirvienta esperando a ser rescatada por palacio? ¿Y si a Ariel no le hubieran quitado su voz a cambio de estar cerca de un hombre y la hubiera podido alzar cuando y como quisiera? ¿Y si Rapunzel hubiera dedicado todo el tiempo en la torre a otros asuntos más allá de mantener su melena perfecta? Espera… ¿Y si todos esos príncipes y caballeros al final resultara que no eran tan salvadores, ni tan buenos, ni siquiera necesarios? ¿Y si…? 

Podríamos seguir con muchos ysis durante todo el artículo, pero, mejor, os contamos por qué venimos hoy con todas estas cuestiones y dónde os queremos llevar. 

Imagen recogida de aquí



De sobra es conocido que los cuentos infantiles nacen con un marcado objetivo moralizador. Con el tiempo, esos valores y aprendizajes se han ido manteniendo generación tras generación aunque su contexto se haya ido suavizando y adaptándose a la sociedad de cada momento. Aún así, el valor que tienen como recurso didáctico en la educación de nuestro alumnado más pequeño es indiscutible. Ahora bien, ¿somos conscientes de que ciertos de estos valores son transmitidos junto con una gran carga sexista y con ninguna perspectiva de género? 

Vamos a ver un ejemplo conocido por todas, un fragmento del cuento de Blancanieves (1812):


-¿Cómo te llamas?

- Me llamo Blancanieves- respondió ella.

-¿Y cómo llegaste a nuestra casa?- siguieron preguntando los hombrecillos. 

Entonces ella les contó que su madrastra había dado orden de matarla, pero que el cazador le había perdonado la vida, y ella había estado corriendo todo el día, hasta que, al atardecer, encontró la casita.

Dijeron los enanos:

-¿Quieres cuidar de nuestra casa? ¿Cocinar, hacer las camas, lavar, remendar la ropa y mantenerlo todo ordenado y limpio? Si es así, puedes quedarte con nosotros y nada te faltará.

-¡Sí! -exclamó Blancanieves-. Con mucho gusto -y se quedó con ellos

.

A partir de entonces, cuidaba la casa con todo esmero. Por la mañana, ellos salían a la montaña en busca de mineral y oro, y al regresar, por la tarde, encontraban la comida preparada.


Si al leerlo has ido pensando que algo había mal en esa conversación creada por los Grimm, vamos bien. Sigue leyendo. Hablemos de cuentos y coeducación. Una de las bases fundamentales de esta es el uso de materiales libres de estereotipos de género; entre ellos, por tanto, se encuentran los cuentos y libros empleados en el aula en las distintas etapas educativas. Es importante que les prestemos atención desde infantil ya que, en palabras de Adela Turín “para los niños, los estereotipos de los libros tienen, a menudo, más fuerza que la realidad que les rodea. Les enseñan a los niños que los chicos, naturalmente activos y dinámicos, tienen un valor y una importancia mayor que las niñas que nacen pasivas, limpias y ordenadas, tranquilas, emotivas, soñadoras, amables y dóciles” (1995).


No hace falta rascar mucho para ver ejemplos de lo que Turín viene a decir. ¿Cuáles son algunas de las conclusiones estereotipadas que podemos sacar echando un simple vistazo a los cuentos y pelis con las que hemos crecido? Veamos:

  • El amor romántico que se nos presenta (siempre heteronormativo) es idílico y termina, como hemos empezado este texto, siendo felices comiendo perdices… en el banquete de una boda, claro.
  • Si queremos triunfar (entiéndase triunfar por casarnos) debemos ser guapas, sumisas, obedientes, pasivas, pacientes, y por supuesto, delgadas. Lástima no nos quepa el pie en el zapato de cristal, o reventemos el corsé al respirar.
  •  Deberemos disfrutar con las tareas domésticas y realizarlas con una gran sonrisa en la cara. 
  • Llegará un día en que un hombre (caballero o príncipe) llegue sin ser llamado y se case con nosotras dando solución a todos nuestros problemas aunque no sea él ni el protagonista de nuestra historia. 
  • Será muy posible que, además, ese hombre no nos tenga que pedir permiso para llegar, ni para tocarnos, besarnos, llevarnos en brazos o montarnos en su caballo… vamos, para hacernos lo que le venga en gana. 

Además de todo esto y mucho más, tenemos que prestar también atención a cuáles son son nuestras cualidades a destacar, según los cuentos. Hemos aprendido que las mujeres suelen ser dibujadas como seres frágiles y superficiales, características destacadas cuando ellos “las eligen”. Por otro lado, si se muestran seguras, inteligentes y poderosas, serán temidas y rechazadas por los hombres y, por supuesto, tendrán un aspecto físico alejado de todo lo deseable y normativo (de Úrsula, Maléfica, la madrastra y otras brujas, ya hablaremos otro día). Basta ya, hasta las princesas nos lo piden:

Ilustraciones adaptadas de la obra de la artista norteamericana Amanda Niday

Como docentes y feministas, cuando analizamos los cuentos tendemos a hacerlo con más fiereza al toparnos con cuentos tradicionales - que no olvidemos que están escritos en un contexto muy distinto al nuestro - No obstante, no debemos dejar de prestar atención a los cuentos actuales que perpetúan todos estos roles y lenguajes plagados de estereotipos que queremos dejar atrás.

Y ahora viene lo difícil: ¿cómo sé si el cuento o historia que quiero llevar a mi aula es o no coeducativo? Ya sabemos que no debemos juzgar un libro por su portada, pero es muy importante que a nivel visual tampoco se transmitan esos mensajes subliminales que mencionamos antes, incluyendo la distribución, los tamaños, el foco central, los colores ¿cambian en función de quién aparezca? ¿Qué personajes son más relevantes (más grandes) o salen en primer plano? ¿Con qué objetos cotidianos se asocia a cada uno? ¿Qué características tienen cuando son personajes malvados? ¿Se corresponde el protagonismo con un sujeto activo o pasivo? ¿Cuáles son las aspiraciones vitales de las y los personajes? ¿Son muy distintas? ¿El lenguaje que usan unas y otros es distinto?  ¿Qué características se valoran o se esperan de ellas? ¿Y de ellos? 


Si al contestar a estas preguntas hay algo que te “chirría”, amiga, date cuenta, es un texto sexista. Si, por el contrario, se trata de un cuento que va en línea con los valores coeducativos que queremos que sean una realidad, quedarían dos últimas preguntas por hacernos: ¿Lo quiero usar en mi aula? ¿Cómo voy a hacerlo? 


A esta última pregunta daremos respuesta más adelante aquí en la sección "Cuéntame otro cuento"





BIBLIOGRAFÍA


Turín, Adela. 1995. Los cuentos siguen contando. Algunas reflexiones sobre los estereotipos. Horas y HORAS: Madrid.


Comentarios