La virtud de la Prudencia ca. 1475.

Andrea della Robbia (1435-1525), Tondo con la virtud de la Prudencia rodeada de una guirnalda de piñas, pepinos, limones, uvas y membrillos, ca. 1475. Metropolitan Museum, Nueva York.




El espejo no sólo sirve para estimular nuestra vanidad, el deleite superficial de la contemplación del yo. El espejo también es el lugar donde buscarse, donde conocerse a uno mismo tal y como somos; y, por extensión, al ser humano en general, en sus profundidades. De hecho, "γνωθι σεαυτόν” rezaba en el siglo IV a.C. una inscripción en la pronaos del templo de Apolo en el santuario de Delfos. “Conócete a ti mismo”. Este aforismo de autor controvertido, es un ejemplo de cómo el autoconocimiento se considera una parte esencial del camino hacia la sabiduría. No extraña por tanto que la Prudencia se concentre en mirarse en un espejo, pues es la virtud que se opone al vicio de la Estulticia y la Locura.




La Prudencia junto con las otras virtudes cardinales -Templanza, Justicia y Fortaleza-, fueron expuestas en “La República” de Platón y después inscritas en el pensamiento cristiano por san Ambrosio. ¿Pero qué caracteriza a la persona prudente? Precisamente, ya Cicerón y Séneca tratan sobre ella prácticamente como un sinónimo de sabiduría. La sabiduría se entendía como un camino de perfección moral hacia el bien, y no como inteligencia y/o acumulación de conocimientos. Así, la prudencia, que te permite diferenciar el bien del mal, guía con su saber al resto de las virtudes y para ello tiene en cuenta los hechos del pasado y del presente. Por ello, su cabeza se divide en el rostro de una joven muchacha, el presente, y el de un anciano, el conocimiento de la experiencia. Una iconografía que nos lleva directamente a las imágenes del dios romano Jano.




Por último, en su mano, lleva una serpiente. Este animal es un símbolo que cambia de significado dependiendo de su contexto, como suele ocurrir en el campo de la iconografía. En este caso es una alusión directa al pasaje bíblico de Mateo 10, 16. Aquí Cristo advierte a los apóstoles de que les envía como ovejas entre los lobos, por ello les aconseja que sean “prudentes sicut serpentes”, es decir: “sed sabios como serpientes”.


La ciudad de las damas es una suerte de paseo de la fama de grandes mujeres del pasado, desde el mito y la tradición hasta la historia antigua, medieval y moderna. Iremos recordándolas sirviéndonos de diversas obras de arte que a lo largo de la historia han inmortalizado sus notables hazañas. Estas obras más allá del género biográfico, eran referentes de moralidad en los que se mostraban notables ejemplos de comportamiento humano, bien a imitar por su gran virtud o a rechazar por sus vicios según la moral e intereses vigentes. Aspecto éste sobre el que reflexionaremos también, con el fin de crear un panorama femenino que nos ayude a entender cómo la cultura occidental ha definido los ideales asociados a las mujeres.
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