La Melancolía tiene forma de mujer.

Durante la Edad Media la melancolía se consideraba una enfermedad del alma debida al exceso de ociosidad y la proliferación de los humores negros. Se creía un mal asociado a las personas con una fe poco firme, por ello la melancolía - que en el mundo griego había estado asociada a mentes lúcidas y creativas - en el medievo, estaba mal valorada y era un mal asociado sobre todo a las mujeres.

Detalle del grabado Melancolía I de Durero

Describe Hildegarda de Bingen en el s. XII a la mujer melancólica como ventanas a través de las cuales sopla el viento, alude a una mayor capacidad creativa en la mujer que en el hombre debido a que los cuerpos femeninos son más porosos que los masculinos, debido al ciclo menstrual. Las teorías de la sabia (que acabaría siendo santificada) fueron olvidadas rápidamente.

Es en el Renacimiento cuando el concepto de melancolía vuelve a ser considerado como una característica imprescindible para los seres humanos creativos, su revalorización tiene lugar gracias a la irrefrenable búsqueda del conocimiento que se promueve a partir del s. XV.

El vínculo establecido durante el Renacimiento entre la melancolía y la sabiduría es especialmente patente en el grabado más famoso de aquella época: 

Melancolía I de Alberto Durero de 1514.

Una mujer alada sentada en actitud melancólica aparece rodeada de atributos que remiten al conocimiento y la sabiduría, como el compás que sostiene en la mano, las voluminosas figuras geométricas que hay en torno a ella y el tintero apoyado en el suelo junto a un estuche para plumas. 



Lo más definitorio del grabado es que la figura protagonista no hace nada con ninguno de esos atributos, sino que mira al vacío sumergida en sus pensamientos. Esta Melancolía se ha apartado del mundo a esperar un momento de inspiración. En la pared hay un  cuadro mágico con cifras cuya suma ofrece el mismo resultado en vertical, horizontal y diagonal, en este caso 34. Las dos cifras centrales de la fila inferior - 15 y 14 - indican el año en que el artista realizó el grabado.


Detrás de la angelical mujer alada, que lleva la cabeza tocada por una corona de laurel, hay dos objetos que simbolizan dos aspectos distintos del tiempo y, con ello, nos recuerda la transitoriedad de la vida.

Debajo de la balanza, el símbolo de la justicia, hay un putto, un angelote que simboliza el nacimiento de una idea tras esperar el momento oportuno.

La mirada de la mujer alada es contemplativa y denota una pesadumbre que raya en la ira, puesto que la bilis negra no solo provoca afán de conocimiento, sino que también es responsable de un carácter fácilmente irritable. 

No obstante, tal vez su disgusto delate también la soledad que sufre en su condición de mujer melancólica, oprimida por un estado de ánimo y una genialidad que normalmente se atribuía a los varones. 

La melancolía se personificaba a menudo con forma de mujer, como haría Lucas Cranach el Viejo en las pinturas unos años después, no era socialmente aceptable que las mujeres se dejaran llevar por ese estado de ánimo, y menos que lo sublimaran en las ciencias o el arte.

Joke J. Hermsen
La melancolía en tiempos de incertidumbre

Fuentes:

Comentarios

  1. Es algo que se necesita en ocasiones que nos pueda ser un vuelo hacia donde nos lleva la mente

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